No es ninguna novedad,
ver las escenas dramatizadas de esa película
me recuerda las lágrimas de mi madre
la tarde que le arrebataron a mi hermana
y que un confuso indeciso muy determinado
corrió en su auxilio,
un Christopher Reeve perfecto de esos años,
no sabemos su nombre,
yo le llamo Superman,
tenía once años cuando le hice una estampita,
le dibujé una oración
y se la di a mi hermana;
todas las noches dejo una estampita en el marco de la ventana,
al día siguiente la imagen se ha ido,
creo que el viento se las lleva,
las empuja lejos
y las deja caer en los brazos
de niñas alejadas de su mamá
que rezan porque las salve
algún Superman.
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